Amelia y su tapado negro
lunes, 17 de septiembre de 2012
Extraterritorialización
los mismos gritos de diferentes lágrimas,
distintas risas de iguales muecas.
Salir de este cuerpo precipitado en el suelo del living,
del pellejo doblado, con los ojos hacia arriba.
Que eso inerte sin sentido, ni razones o emociones
ya no pertenezca a esta que huye de ese peso.
Y que observe, desde abajo, su intención de vivir.
jueves, 26 de abril de 2012
El árbol de la vida
Te adelantas invocando un Paso - punta - paso
jueves, 5 de abril de 2012
De aires, y su falta I
Pediste la respuesta y la explicación, transparencia constante y contante.
Pediste el hombro, la espalda, el rinón, el orden, la foto.
Pedí un sahumerio, los lilas, el silencio.
Tomaste el diario y con él, la intimidad.
Dejaste el miedo, el mandato, la reja, el sueldo y el hastío.
Exijo la puerta entreabierta (aunque sea conveniente negarte la llave) y la ventana cerrada.
Suplico el aire y ofrecés la almohada.
REIVINDICACIÓN
Pluma, vellón, poliéster.
Vestida o desnuda, no toleraba tu encierro.
Nos sugerían conversaciones nocturnas. No era para nosotras.
Vos contra la pared, yo marcando distancia.
Un día, años después, cubriste mi cara. Me dejé llevar con temor, por temor.
Secaste las lágrimas.
Fuimos al campo.
Viajamos por el mundo.
Tuvimos sexo, y príncipes azules salvándonos de manzanas envenenadas.
Dialogamos, discutimos. Cambiamos.
Y ahora te río,
te lloro,
te abrazo.
jueves, 8 de marzo de 2012
Mi Buenos Aires querido - 2012
La frazada te cubre la espalda, exactamente
Una tarde en Brasil, el mediodía en Cuba y aquella noche en París cuando lo único que importaba, y me refiero a un asunto de vida o muerte, era que el vino fuera el adecuado: rosado al amanecer, blanco para las actividades del día y tinto a la hora del amor.
Recordás el salón donde comenzó todo, ese “sucucho” asfixiante del San Juan y Boedo antiguo. Dos años de cadenas invertidas, caminatas sincopadas y ochos adornados, en los que sus manos conversaban e intercambiaban intereses (al parecer las de él se debatían tu cintura). Los pies emancipados del cuerpo amenazaban con abandonarlos en cualquier momento, cansados de la cobardía a la que asistían cada martes.
Finalmente un 6 de octubre las manos, los pies y la cintura de Horacio consiguieron invitarte a cenar al bodegón ubicado de camino a la parada de tu colectivo y en ese momento supieron coordinar, también, los labios. Notaron que sus lenguas habían estado observando y aprendiendo el giro con traspié y boleo.
Los siguientes seis años Horacio y vos se dedicarían a humillar, en diferentes ciudades e idiomas, libros de autoayuda que se jactaban de poseer fórmulas para el amor “aeternus”. Ustedes, expertos del (re)descubrirse en cada recorrido dictado por el 2x4, milímetro a milímetro.
Te sonreís sin pestañear mientras tus ojos siguen clavados en ese abrazo, ese trofeo, y luego recordás aquel lunes (por supuesto, lunes tenía que ser). La competencia uruguaya los dejó, por primera vez desde que comenzaron, en cuarto lugar. Al parecer nuevamente sus cuerpos asumían antes que ustedes lo que se empeñaban en negar.
Decidiste volver en el primer vuelo a tu Buenos Aires querido, a ver si era cierto eso de que “no habrá más penas ni olvido”. Horacio se quedaría un día más, necesitaba pensar.
Llamaste a su casa durante diez noches seguidas, nada. Fuiste al salón como cada martes y preguntaste pero nadie tenía la respuesta. Recorriste los lugares que frecuentaban, las paradas de la línea 53 desde Caminito hasta Boedo. Nada.
Finalmente te resignaste y ahora te encontrás boca abajo, con el ventilador al máximo, pensando en ese corpiño negro que ocultaba su lunar y aquel lunes 20 en el que decidiste quedarte un día más en Montevideo sin sospechar que tus manos no volverían a pelear por su cintura, o que tus piernas jamás volverían a ser abrazadas por las de Isabel.
Ya no sabías bailar.
Gente que forma, gente que deforma - 2011
Situación: Colegio con integración.
Pablo llega a su casa e intenta concentrarse en sus deberes. El padre, al ver que su hijo se esforzaba pero no podía concluir la tarea le dice: "Ni que fueses Down". Pablo lo mira extrañado y sigue enfocado en su trabajo.
Al otro día relata la viñeta a la maestra preguntando por qué su padre le diría eso. La maestra le comenta a Pablo que Paulita, su compañera, tiene síndrome Down, explicando al alumno lo que eso significaba.
Hasta ese momento, Pablo había pensado que su compañera era de otro país, debido a los rasgos faciales.
Alguien una vez me dijo que las parejas homosexuales no deberían tener hijos debido al "sufrimiento" que padecerían en el colegio, porque la sociedad no está preparada.
Entonces, ¿Qué es lo que hay que modificar?
Gente que forma, gente que deforma.
El espejo la encuentra dando vueltas - 2011
Espiración - 2011
Lo pisado no pasado, y viceversa. Silenciar el pensamiento, para pensar.
Contradicciones, contraindicaciones, ese quebrantar normas implícitas.
Y en definitiva aquel lugar de “Musa” que no simboliza halago alguno.