Marca el 911, atienden. Confiando en el cumplimiento del deber comienza a describir lo acontecido y lo que, quizás, podrían evitar que suceda: “Buenas tardes, Sr. Oficial. Quisiera informarles que han intentado robarme y, si bien he frustrado sus intenciones, se encuentran tomando revancha con un vehículo estacionado en F.L.”
Al otro lado de la línea, silencio. Tres palabras la sorprenden, la indignan, la interrogan: “¡Gol de España!” El oficial anunciaba a la denunciante el final de la copa del mundo, el acierto del pulpo alemán y el triunfo de aquel par de muchachos que se dedicaban a demostrarle al mundo su trofeo, su copa número quién sabe.
Un mal arbitraje, un pésimo arbitraje. Incontables tarjetas rojas y amarillas . ¡Cuánta (in)necesidad de amonestaciones! ¡Cuánta innecesidad de violencia!
Sin embargo ahí están, botín en punta, patada al pecho, codo y al suelo.
Sin embargo ahí están, arma en mano, palanca en puerta y a la pista.
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