Domingos impregnados de aroma a lunes. Lunes que a la vez poseen el sabor amargo del comienzo de semana. Semanas que comienzan anhelando los viernes. Utilizar el plural me recuerda que las primeras oraciones se repiten sistemáticamente mes a mes.
Sin embargo, no muy a menudo, un domingo se presenta con su propia tonalidad, aroma y sabor, poniendo en duda el juicio del espectador, quien llega a la convicción de encontrase frente a un sábado inagotable. El riesgo que se corre es claro: olvidar el lunes, increíble e infrecuente sensación.
Recientemente fue mi turno. Logré bloquear en mis pensamientos el comienzo de semana, ubicándome al borde del primer ausente en el fichero de mi rutina.
Un llamado, un timbrazo, un encuentro y un reencuentro.
Termos, bombilla y mate.
Alpargatas, sandalias y pies descalzos.
Libros, ferias y carcajadas.
La temperatura de inamovibles 34 grados obliga un sudor semejante al producido luego de una caminata de 10 cuadras de distancia hasta la oficina y, sin embargo, es imposible equiparar la simple similitud.
Charlas y silencios compartidos.
Se dejan oler el pasto al sol y el libro envuelto en humedad. Mafalda nos llena de nostalgia y reflexiones, Cortázar nos propone una amplia variedad de narraciones y poemas, mientras Sartre se ausenta casi en su totalidad.
Foucault atrae a mi amiga con su orden del discurso y el Rizoma le tiñe la cara de felicidad.
Un cuarto de helado apaga el fuego del clima y las 20:00 hs. se niegan a quitarse el disfraz de dos de la tarde.
Llavero, saludos, abrazos.
Nos vemos, Cuidate, Gracias.
A mi me esperaba Benedetti, tendido sobre la inmensidad de mi cama, perdido y a la vez resplandeciente, llamando mi atención. No había podido dejar de pensar en el convenio entre Santomé y Avellaneda en todo el día. El amor y la libertad. Hacía tiempo que mis pies no se cruzaban con tanto aire.
De pronto se volvieron imperceptibles los sonidos del tráfico, las urgentes ambulancias y los exagerados patrulleros.
No puedo aseverar con certeza haber permanecido despierta en el transcurso de ese instante ocasional, pero estoy convencida de que este relato es mi intento por describir un momento de felicidad: breve, pasajero, reconfortante.
Domingos, impregnados de aroma a lunes. Hasta que te sorprenden.
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